Las baldosas del pasillo principal del hospital, desgastadas por el ir y venir incesante de pacientes y personal, reflejan la realidad de un sistema de salud que se enfrenta a diario a desafíos colosales. Según datos del Ministerio de Sanidad, más de 4 millones de personas fueron atendidas en hospitales públicos españoles durante el último año, cada una con su historia, su diagnóstico y su esperanza. La medicina, en constante evolución, ofrece nuevas posibilidades, pero también exige una adaptación continua por parte de los profesionales y una inversión sostenida en investigación e infraestructuras.

En el área de Cardiología, los avances tecnológicos han revolucionado el tratamiento de las enfermedades del corazón. Las angioplastias, los stents coronarios y las válvulas cardíacas percutáneas permiten realizar intervenciones mínimamente invasivas, con una tasa de éxito cada vez mayor. Sin embargo, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte en España, con más de 120.000 fallecimientos al año, según el Instituto Nacional de Estadística. La prevención, la detección temprana y el acceso a tratamientos de calidad son cruciales para combatir esta lacra. Además, la incorporación de la telemedicina y el seguimiento remoto de pacientes con enfermedades crónicas está transformando la atención cardiológica, permitiendo una mayor accesibilidad y una mejor gestión de los recursos.

La lucha contra el cáncer, una de las mayores preocupaciones de la sociedad actual, se libra en los hospitales con la ayuda de la quimioterapia, la radioterapia y la inmunoterapia. Los nuevos fármacos, las técnicas de diagnóstico por imagen y la medicina personalizada ofrecen nuevas esperanzas a los pacientes oncológicos. La terapia génica y la inmunoterapia con células CAR-T están abriendo nuevas vías para el tratamiento de tumores hasta ahora incurables. Sin embargo, el impacto psicológico del cáncer y sus tratamientos sigue siendo un desafío para los profesionales de la salud. Un estudio publicado en la revista Psycho-Oncology revela que el 40% de los pacientes con cáncer sufren ansiedad y depresión. La atención integral al paciente oncológico, que incluya el apoyo psicológico y social, es fundamental para mejorar su calidad de vida.

Las urgencias hospitalarias, ese espacio donde la vida pende de un hilo, son un reflejo de la salud de un país. Accidentes de tráfico, infartos, ictus… Cada segunda cuenta. La Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) alerta sobre la saturación de las urgencias, con una media de 24 pacientes por cada médico en horas punta. La falta de recursos, la escasez de personal y la masificación comprometen la calidad de la atención y generan situaciones de estrés tanto para los pacientes como para los profesionales. La implementación de sistemas de triaje más eficientes, la mejora de la gestión de camas y la creación de unidades de observación de corta estancia son algunas de las medidas que se están implementando para abordar esta problemática.

La experiencia del paciente en el hospital es un factor clave en su recuperación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca la importancia de la humanización de la asistencia sanitaria, con un enfoque centrado en la persona y sus necesidades. La comunicación médico-paciente, el control del dolor, el apoyo emocional y el respeto a la intimidad son pilares fundamentales de una atención de calidad. La participación del paciente en la toma de decisiones sobre su tratamiento, el acceso a la información médica y la promoción de la autonomía del paciente son aspectos clave en la humanización de la asistencia sanitaria.

El sistema sanitario, a pesar de sus logros, se enfrenta a retos importantes. La inversión en sanidad pública, que se sitúa en el 6,3% del PIB, es inferior a la media de los países de la Unión Europea. Las listas de espera para consultas externas, pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas siguen siendo un problema endémico. La falta de médicos y enfermeras en algunas especialidades y la precariedad laboral son otras asignaturas pendientes. La necesidad de reformas estructurales que garanticen la sostenibilidad del sistema a largo plazo es un desafío que requiere un amplio consenso político y social.

‘La experiencia del paciente en el hospital es un factor clave en su recuperación’

El año 2025 se abre como un camino lleno de esperanza, pero también de incertidumbre, para la sanidad pública. Tras la pandemia, la sociedad ha tomado conciencia del valor incalculable de la salud. Necesitamos renovar nuestro compromiso con un sistema sanitario que cuide de nosotros. Un sistema que nos acompañe en los momentos difíciles, que nos ofrezca consuelo y esperanza, y que nos ayude a vivir una vida plena y saludable.

Anhelamos hospitales donde la tecnología esté al servicio de la humanidad, donde la inteligencia artificial y la robótica se complementen con la calidez humana y la empatía de los profesionales. Donde la innovación no se limite a los avances tecnológicos, sino que se extienda también a la organización y la gestión de los servicios sanitarios.

Soñamos con una Atención Primaria cercana y accesible, donde el médico de familia sea un verdadero guía en el cuidado de nuestra salud. Un lugar donde la prevención y la promoción de la salud sean prioridades, y donde la atención domiciliaria permita a los más vulnerables recibir cuidados en la calidez de sus hogares.

En este camino, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Como ciudadanos, podemos cuidar de nuestra salud con responsabilidad, manteniendo hábitos de vida saludables y participando en programas de prevención. Como pacientes, podemos comunicarnos con nuestros médicos con confianza y respeto, expresando nuestras necesidades e inquietudes.

Los profesionales sanitarios, con su vocación de servicio y su entrega incansable, son el alma de nuestro sistema de salud. Su compromiso con la formación continua, el trabajo en equipo y la atención humanizada son esenciales para construir un futuro mejor.

A los gestores y políticos les pedimos que no olviden que la salud es un derecho fundamental. Que destinen los recursos necesarios para que la sanidad pública siga siendo un motivo de orgullo para nuestro país. Que promuevan la investigación y la innovación, y que garanticen la equidad en el acceso a la atención sanitaria para todos, sin importar su origen o condición social.

Y en este anhelo colectivo por una sanidad pública más justa y humana, quiero detenerme un instante en las personas que hacen latir el corazón de este hospital. A los médicos, con sus batas blancas y sus manos que tratan, sanan, que dedican sus vidas a descifrar los enigmas del cuerpo y a luchar contra la enfermedad con la ciencia como arma y la compasión como escudo. A las enfermeras, ángeles de la guarda con uniformes de colores pastel, que velan por el bienestar de los pacientes con una mezcla de pericia y ternura. A los celadores, que recorren los pasillos sin descanso, llevando camillas, transportando historias, tejiendo una red invisible de solidaridad. A los auxiliares, que manteniendo a raya el caos construyendo un espacio donde la vida pueda florecer.

Gracias a todos ellos, que con su trabajo incansable y su vocación de servicio hacen posible que la sanidad pública siga siendo un refugio donde encontrar calor. Gracias a los pacientes, que con su paciencia y su confianza nos inspiran a seguir adelante, a mejorar cada día, a buscar soluciones a los desafíos que se nos presentan. Gracias a todos los que, de una u otra forma, contribuyen a hacer de la sanidad pública un espacio de encuentro, de solidaridad y de esperanza. Porque la sanidad pública es un reflejo de lo mejor de nosotros mismos, un testimonio de nuestra capacidad de cuidar y de ser cuidados, de compartir un destino común en el que todos, sin excepción, tenemos un lugar.