Ya tenemos aquí con nosotros una nueva Navidad, la de este año 2024 que se acaba y, la verdad, hemos tratado de tantos y tantos temas que afectan a la gestión sanitaria en New Medical Economics que podríamos hacer un extraordinario almanaque docente para el próximo.

Pero, sin duda, si hubiera un contador de palabras utilizadas o, como hace la RAE, que designa anualmente la palabra del año…, estoy seguro de que ganaría por goleada la de “Inteligencia Artificial”, o datos tratados desde muy distintos ángulos.

La religión del dato, el datismo, que no rinde culto a ningún dios. La libertad de información es su mandamiento supremo; los algoritmos, sus sagradas escrituras, y la Inteligencia Artificial (IA), su sumo sacerdote.

Realmente son dos palabras, pero casi se pueden considerar una, ya que parece que, en nuestros tiempos, no existe ninguna otra inteligencia que no sea la que analiza datos de forma gigantesca, y hace de introductora, incluso, del futuro poder que viene, a corto y medio plazo, de los robots, únicos “seres” provistos de ella desde su nacimiento, y de su futuro dominio sobre el ser humano que sobreviva.

Se diferencia positivamente de nosotros, pobres humanos habitantes actuales del planeta, que solo nacemos con inteligencia natural, y sin desarrollar apenas, hasta que no pasan muchos años…

Bueno, incluso hay bastantes políticos que aún no la han desarrollado, y ya será difícil que lo hagan a estas alturas.

Pero vamos por partes, poco a poco.

La Inteligencia Artificial ha conseguido un gran desarrollo y evolución en muy poco tiempo, por lo que son muchas las personas que han tomado recorrido en esta rama tecnológica, convirtiéndose en grandes referentes.

Una evolución que ya supieron ver, desde hace años, algunos expertos en la materia, como es el caso de Omar Hatamleh, granadino y director de Inteligencia Artificial del Goddard Space Flight Center de la NASA, líder de la Estrategia de Tecnología de la Información de dicha agencia espacial y, por tanto, su responsable de crear la estrategia de IA, identificar e integrar soluciones de tecnología.

O sea, una IA de vanguardia que respalde las misiones y objetivos de esa agencia.

Hatamleh es reconocido como uno de los 100 principales líderes mundiales en IA e innovación, y ha sido orador principal invitado en varios eventos muy trascendentes a nivel internacional, incluidos el G20, las Naciones Unidas, Google, IBM, Dell o el Fondo Europeo de Inversiones, por ejemplo. Todo un orgullo de profesional y de origen español.

Él cree que la Inteligencia Artificial afectará a todos los ámbitos y, sobre todo, a la educación. Las instituciones académicas deberán tener cuidado para adaptar los pensamientos críticos a las competencias de la IA.

‘A pesar de los desafíos, la colaboración entre humanos y robots en la sanidad también ofrece grandes oportunidades’

Asegura que “las skills actuales no van a permitir que los alumnos sean exitosos en un futuro no muy lejano: es necesario empezar a elaborar el CV del futuro». Y en ese historial profesional ya competirán con los robots. ¡Terror!, ¡pánico!

Hatamleh cree también que, a finales de esta década, deberíamos llegar a la siguiente fase, generativa, es decir, pasar de la IA a la IAG, pero de forma gradual.

Recordemos que la principal diferencia entre la IA generativa y la IA predictiva es que la primera elabora contenido nuevo y original, mientras que la segunda, además, pronostica resultados y tendencias futuras en función de datos históricos y, además, da opiniones.

La IA generativa utiliza el aprendizaje automático para generar texto, imágenes, audio y otros contenidos novedosos e, incluso, creativos. Atención a estas palabras: creativos y sensibles, que son algunos de los argumentos en contra de los enemigos de los robots, que creen que son solo máquinas frente a los sentidos humanos.

Pablo Picasso decía que “los ordenadores son estúpidos, solo dan respuestas”. Tanto tiempo después de su fallecimiento, aún mucha gente lo piensa… ¡tremendo!

La situación actual nos va a obligar a cambiar a nosotros. He leído, recientemente, una cita de Albert Einstein: “La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar», que define lo que debemos considerar fundamental para adaptarnos al mundo que viene.

El cambio que debemos hacer es fundamental. Dejemos de hablar, incluso realzándolo, solo de cociente intelectual, y empecemos a añadir el cociente de adaptabilidad y el cociente emocional, como capacidades básicas de los profesionales.

Esto es lo que nos va a dar ventajas diferenciales a unos sobre otros, y hará que la IA no nos pueda quitar el trabajo aún, pero sí puede quitárselo a esa gente que no sepa manejarla.

Resumiendo hasta aquí. La llegada de los robots a la sanidad ha supuesto una auténtica revolución, y su progresiva y pacífica entrada está siendo bienvenida por los pacientes.

Hace unos días me contaba un buen amigo, alto directivo de una empresa de seguros de salud, que ya muchos afiliados encontraban más confort hablando con chatbots que con empleados de su empresa sobre determinados aspectos relacionados con sus pólizas.

Sin embargo, esta transformación ha generado preocupación sobre la supervivencia humana, en un entorno dominado por la IA y la automatización.

La idea de que los robots reemplacen a los humanos en la atención sanitaria plantea dudas sobre el futuro del trabajo, la calidad del cuidado médico y las relaciones humanas, en un campo tan delicado como la salud. Por eso, para abordar este tema, es fundamental examinar los desafíos y oportunidades que ofrece y puede ofrecer la convivencia entre humanos y máquinas, en el ámbito de la sanidad.

Y aquí empieza ese plan de terror: la idea de la «supervivencia a los robots» que se ha convertido en un tema fascinante y, en ocasiones, alarmante, dentro de la ciencia-ficción y las conversaciones tecnológicas modernas. Con el avance de la IA y la automatización, muchos se preguntan si alguna vez enfrentaremos una situación en la que los robots puedan volverse hostiles, ya sea por un mal diseño, o por decisiones que tomen más allá del control humano.

Aunque aún estamos lejos de un escenario en el que los robots representen una amenaza directa y consciente, explorar cómo la humanidad podría sobrevivir ante una posible rebelión de las máquinas, es un ejercicio interesante y útil en la era de la tecnología avanzada, y que no vamos a tratar hoy en este artículo, pero queda como asignatura pendiente para el año 2025.

En el área estrictamente sanitaria, los avances en la robótica y en la inteligencia artificial han permitido la creación de máquinas capaces de realizar tareas antes reservadas exclusivamente a los profesionales de la salud.

Los robots quirúrgicos, como el Da Vinci, permiten a los cirujanos realizar operaciones con una precisión casi imposible de alcanzar con técnicas convencionales.

Además, los robots de asistencia médica pueden ayudar en la rehabilitación de pacientes, en el suministro de medicación, en el transporte de equipamiento en los hospitales e, incluso, en facilitar diagnósticos y aliviar la carga asistencial que origina las listas de espera. Estas tecnologías han mostrado ser capaces de reducir los errores humanos, aumentar la eficiencia y mejorar la precisión en procedimientos clínicos.

Y es que, los sistemas de Inteligencia Artificial están diseñados para procesar y analizar enormes volúmenes de datos médicos. Estas herramientas pueden también ayudar a los médicos a diagnosticar enfermedades, predecir brotes epidémicos, diseñar tratamientos personalizados, y gestionar de forma más eficiente los recursos hospitalarios.

Como apunté antes, uno de los mayores retos que enfrenta la supervivencia humana en el sector sanitario es la posible pérdida de trabajos. Muchos temen que las tareas realizadas actualmente por enfermeras, médicos y personal de apoyo puedan ser completamente automatizadas.

Puede ser, en alguna medida, aunque, si bien ya hoy la tecnología es capaz de realizar ciertas tareas con mayor eficiencia, la sustitución total de los profesionales humanos parece poco probable a corto plazo.

El cuidado médico requiere un componente humano que los robots aún no pueden replicar: la empatía, la compasión y la capacidad de tomar decisiones complejas, en situaciones emocionalmente cargadas.

Otro desafío es la deshumanización del cuidado médico. La interacción entre médico y paciente no solo se basa en el diagnóstico y tratamiento, sino en la construcción de una relación de confianza.

La presencia de un médico que pueda interpretar el lenguaje corporal, el tono de voz y las emociones del paciente es fundamental para ofrecer un cuidado integral. Los robots, por más avanzados que sean, no pueden replicar esta compleja interacción humana.

El temor viene de que un sistema sanitario dominado por robots pueda volverse frío, mecánico y desconectado de las necesidades emocionales de los pacientes.

A pesar de los desafíos, la colaboración entre humanos y robots en la sanidad también ofrece grandes oportunidades. En lugar de ver a los robots como reemplazos, muchos expertos creen que la clave está en la colaboración.

Los robots pueden asumir tareas rutinarias, tediosas o físicamente demandantes, liberando a los profesionales humanos para que se concentren en aspectos más críticos y centrados en el paciente. Esto podría mejorar tanto la calidad del trabajo como la satisfacción laboral de los médicos y enfermeras, permitiéndoles dedicar más tiempo a la atención personalizada.

Además, los robots pueden ser una herramienta poderosa para mejorar la seguridad en los procedimientos médicos. En cirugías, la robótica puede reducir el margen de error humano, mejorar la precisión y permitir intervenciones mínimamente invasivas.

También pueden monitorizar constantemente a los pacientes, lo que permite detectar rápidamente cualquier cambio en su estado de salud, y evitar complicaciones futuras, aunque, atención a esta reflexión, saber más puede dar menor salud a veces…

La supervivencia humana frente a los robots en la sanidad no debe verse como una batalla, sino como una oportunidad para redefinir el cuidado médico. Los robots pueden asumir tareas mecánicas y rutinarias, pero el contacto humano, la empatía y la capacidad de juicio seguirán siendo esenciales en la relación médico-paciente. O eso deseo.

La clave para el futuro de la sanidad radica en encontrar un equilibrio donde humanos y robots trabajen juntos, potenciando lo mejor de ambos mundos, para ofrecer un cuidado médico más eficiente y humano.

¡Felices fiestas para todos!