El rápido incremento del sobrepeso y la obesidad en edades tempranas es uno de los problemas de salud pública, a escala mundial, más graves del siglo XXI, según la Organización Mundial de Salud.
En los últimos 45 años la obesidad mundial se ha triplicado, mientras que el número de niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad se ha multiplicado por 12.
El sobrepeso y la obesidad infantil provocan que haya niños con enfermedades de adultos: hipertensión arterial, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, infarto cerebral, apnea del sueño, osteoartritis…
Además, la obesidad explica que, los niños que la sufren, sumen 30 años a su estado de salud vascular, según la Fundación Española del Corazón.
De acuerdo con la World Obesity Federation, las estimaciones mundiales para 2035 son:
Más de la mitad de las personas sufrirá sobrepeso u obesidad. Esto supone un incremento del 94% respecto a 2020.
El 19% población entre 5 y 19 años tendrá sobrepeso u obesidad, lo que significa un aumento de casi el 50% en relación con 2020.
Asia y América serán los continentes con mayor prevalencia, especialmente entre niños y adolescentes. Las estimaciones en Europa no son mucho mejores.
El coste asociado a la obesidad será el equivalente al 3% del PIB mundial.
En España, los datos de los últimos 40 años son parecidos a los mundiales.
A pesar de que a principios de la década pasada se observó cierta tendencia descendente en la población infantil con sobrepeso y obesidad, la OMS señala que la prevalencia actual de la obesidad infantil y juvenil es 14,2%. Este porcentaje es de los más altos de Europa.
Son datos similares a 11 años atrás cuando realicé mi tesis doctoral en modelos de estudio de obesidad infantil, en los que pude observar importantes alteraciones en los mecanismos neuroendocrinos durante el desarrollo prepuberal a causa del sobrepeso, con un impacto directo a nivel celular y molecular en diferentes zonas del cerebro.
En ese momento ya existía una preocupación considerable en España y en otros países occidentales por el incremento significativo en la utilización de servicios sanitarios de los niños y adolescentes con obesidad en comparación con los niños con peso normal. En la actualidad, esta situación se ha agravado notablemente.
El estudio PASOS 2022 de Gasol Foundation Europa revela que:
1 de cada 3 niños y adolescentes, entre 8 y 16 años, viven con obesidad o sobrepeso.
Los hábitos de vida de los más jóvenes empeoran en todos los niveles: bienestar emocional, uso de pantallas, actividad física, horas de sueño y alimentación.
Esta evolución en el deterioro de los hábitos de vida va a tener consecuencias a medio y largo plazo, ya que va a influir directamente en su salud durante la edad adulta, lo que está en consonancia con las previsiones para nuestro país en 2035, que guardan mucha semejanza con las estimaciones a nivel mundial.
Estos datos y cifras son alarmantes e invitan a una profunda reflexión global que se traduzca en planes de acción concretos. ¿Qué podemos hacer para revertir esta situación? ¿Qué es lo que falla?
El problema es muy complejo y multifactorial. La responsabilidad en ningún caso puede achacarse solo a las familias, aunque es imprescindible integrarlas en las políticas educativas, sanitarias y sociales para hacer frente a la obesidad infantil.
Principales causas relacionadas con la obesidad infantil
- Desigualdades socioeconómicas
La obesidad infantil castiga con mayor dureza a los niños de familias con bajo nivel socioeconómico. Según el estudio Aladino 2019, se da un 23% de obesidad infantil en rentas bajas frente a un 11,9% en rentas superiores a 30.000 euros. Esta situación se agrava muchísimo más en los países denominados «pobres» o “en vías de desarrollo”.
- Industria alimentaria
La cesta de la compra es más cara cuantas menos calorías tienen los alimentos. La preparación de comida hipercalórica y productos ultraprocesados es más barata y consume menos tiempo que los alimentos frescos.
Muchos expertos alertan del excesivo peso que tiene la industria en el diseño de planes y medidas de prevención debido a los fuertes intereses económicos de las grandes multinacionales del sector, cuyos directivos a menudo entran y salen por las puertas giratorias de los gobiernos.
Además, es importante señalar que apenas 10 compañías concentran la mayor parte de los alimentos y bebidas más consumidos en el mundo.
- Sistemas sanitarios
El gasto público en España destinado al tratamiento de problemas de salud originados por obesidad y sobrepeso asciende a unos 2.500 millones de euros anuales. Esto significa casi el 10% del total del gasto en salud (Informe OCDE).
Diversos especialistas apuntan a que el gran problema es que en materia de prevención fallan cuestiones estructurales. Las administraciones no han dimensionado realmente el grave problema que supone la prevalencia de la obesidad infantil. Por ejemplo, seguimos sin contar con suficientes dietistas, nutricionistas y psicólogos en atención primaria que trabajen mano a mano con los pediatras.
- Medios de comunicación y redes sociales
El Código PAOS, que corregula en España la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a menores de 15 años, no se cumple (casi 9 de cada 10 inserciones publicitarias lo ignoran). Los productos de desayuno que se ven en la publicidad infantil triplican el contenido en azúcar a los productos dirigidos al público en general (Escuela Nacional de Salud Pública, Universitat Oberta de Catalunya).
La industria recurre a diversos “trucos” que la Ley permite: ganchos comerciales, promociones, descuentos, alegaciones nutricionales (“fresco”, “natural”), avales de sociedades científico-sanitarias, imágenes o grafismos de características saludables, asociar productos a emociones positivas o beneficios…
Ejemplo de producto y publicidad orientada a niños junto con su correspondiente contenido en azúcar.
- Políticas públicas de prevención
En las últimas dos décadas han surgido en España numerosos proyectos y actuaciones institucionales que apenas han funcionado, lo han hecho de una manera muy limitada o con resultados dispares. La realidad es que cada gobierno y administración cuenta con sus propios planes, estrategias y programas que, en muchas ocasiones, pretenden abarcarlo todo sin focalizarse en aspectos concretos de prevención y fomento de hábitos saludables.
Propuestas para afrontar el problema y conclusiones
En mi opinión, se hace más que necesario contar con:
Estrategias generales renovadas, de acuerdo a las necesidades reales, con acciones concretas, que sean mucho más claras, consensuadas y mantenidas en el tiempo, tanto a nivel nacional como internacional.
La colaboración estrecha de partidos políticos, sociedad civil, agentes sociales, agentes del tejido económico y asociaciones de profesionales del ámbito de la sanidad y la nutrición, poniendo siempre el foco de acción en las familias y priorizando la disminución de la brecha en desigualdad social.
Planes formativos y educativos, especialmente en colegios e institutos, que incluyan asignaturas de nutrición y dietética para fomentar conocimiento de grupos de alimentos, prevenir trastornos de la conducta alimentaria y enfermedades metabólicas no transmisibles, así como promover hábitos de vida saludables donde el bienestar emocional, la actividad física, la alimentación sana, el sueño de calidad y el uso responsable de pantallas sean pilares fundamentales.
Dar mayor prioridad a la investigación científica, la innovación y la transferencia de conocimiento en obesidad infantil. Actualmente, no existen datos concretos del dinero que se destina a la investigación en obesidad infantil, pero sin lugar a dudas, para conocer cómo prevenir y tratar eficazmente el sobrepeso y la obesidad en edades tempranas, es esencial vertebrar políticas científicas específicas de I+D+i.
Nuevas normativas y regulaciones entorno a aspectos tan importantes como la fiscalidad de los productos hipercalóricos, el precio de los alimentos saludables y el control de la publicidad de alimentos y bebidas ricos en grasas y azúcares.
La obesidad infantil es un grave problema de salud pública con triple impacto (social, ambiental y económico), del cual todos debemos hacernos responsables. Está en nuestras manos trabajar para cambiar el paradigma actual y lograr que el futuro de nuestra sociedad sea más sano y sostenible. Hagámoslo entre todos.