Desde que el año 1995 se creó la COP o CMNUCC, la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Berlín o se desarrolló la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, ha pasado ya mucho tiempo hablando del cambio climático.

Unas cuantas décadas han transcurrido en las que se ha intentado afrontar un hecho, es preciso caminar frente a lo que es una realidad: existe cambio climático y esto tiene consecuencias para la vida en el planeta Tierra.

Esta realidad nos afecta a todos, incluido al sector sanitario y todos estamos obligados a contribuir desde el principio de la justicia y por qué no decirlo, intentando no ser maleficentes con nuestras actuaciones frente al bien común de la salud para todos, incluidas las nuevas generaciones.

Desde la declaración del famoso acuerdo del protocolo Kioto, ratificado por 46 países para trabajar juntos por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que se redactó en 1997 y al que la Unión Europea ratificó en 2002, hasta el acuerdo de Paris en la COP 21 de 2015, que propone alcanzar la neutralidad climática en 2050, nos parece al común de los mortales, que ha pasado un tiempo suficiente, pero vemos pocos avances.

Se trata de un camino de acuerdos globales lentos, que unos incumplen y que otros disimulan para no cumplir, y esto al final lo que supone es el descuido del planeta y el descuido de los seres vivos que lo habitan, incluidos los seres humanos.

Los efectos del cambio climático tienen profundas implicaciones para la salud y el bienestar de los seres humanos. De los efectos adversos del mismo se derivará una clara repercusión en nuestros determinantes de la salud más fundamentales: alimentos, agua, aire y un entorno seguro que permita protegernos frente a fenómenos climatológicos extremos.

La salud se está viendo afectada y se esperan cada vez más consecuencias a medida que continúen la variabilidad y el cambio del clima.

Este cambio afecta a la necesidad de diseñar procesos de adaptación en el autocuidado cotidiano, aparecen nuevas enfermedades, falta de agua, hay deforestación que empobrece la tierra, disminución de alimentos, aumentan emisiones relacionadas con el estilo de vida, como el consumo de aire acondicionado de manera irracional, plásticos que contaminan los océanos y un largo etcétera de descontroles.

En el año 2009, The UCL Lancet Global Health Commission, aseguraba que el «cambio climático es la mayor amenaza global para la salud del siglo XXI». Añadiendo en una nueva publicación del año 2017 que «la voz de los profesionales de la salud es esencial para impulsar el avance contra el Cambio Climático…». Y según la Comisión Lancet “la respuesta con retraso al cambio climático en los últimos 25 años ha puesto en peligro la vida y el sustento de los seres humanos”.

Claro está que el ver estos tiempos tan dilatados, lo tibio de las acciones, los grupos y corporaciones negacionistas, a una enfermera como yo que se dedica al cuidado de las personas, le supone cierta indignación y también frustración e impotencia.

Sin embargo, estoy convencida que los profesionales deberíamos de poder hacer algo más, aunque parezca pequeño o insignificante creo que algo deberíamos de poder hacer y creo que no solo simbólico sino también como ejemplificante para la sociedad a la que cuidamos.

‘Las pequeñas acciones traen grandes consecuencias’

En la Asamblea General de la ONU en 2022, se manifestó que “que todas las personas del mundo tienen derecho a un medio ambiente saludable”. Y, además, Antonio Guterres, habló en esta misma Asamblea de la ONU del valor de la existencia de nuestra agenda común, en 2023, una agenda que debería de ayudarnos en el cumplimiento de los ODS 2030. Él dijo que somos lentos, debemos trabajar aliados y esto será lo que determine la capacidad del liderazgo mundial del futuro

También para nuestro conocimiento, se presenta “la Cumbre del Futuro 2024” como una oportunidad para reafirmar y reforzar los principios compartidos, impulsando soluciones que favorezcan más eficazmente a las personas y al planeta.

Y ante esta idea, me viene de nuevo a la cabeza, que no sé si los profesionales de la salud somos conscientes de que, desde el sistema sanitario, seguro que algo más podemos hacer, y concretamente, cómo los y las enfermeras, estamos preocupadas y cómo desde nuestra especificidad como expertas en el cuidado, podríamos contribuir para que realmente consigamos un futuro mejor, más sostenible y con más salud para el global del planeta, para los entornos próximos, las poblaciones y las personas.

Este es el tema que hoy propongo a la luz de mis lectores, sensibilicémonos de que cada uno puede contribuir a cómo debemos de cuidar del planeta y en concreto, la implicación de las enfermeras en esta aventura, aunque como ya he dicho, es algo que nos afecta a todos.

Ya sé que comparar lo que cada uno de nosotros puede hacer con el impacto de las grandes compañías aéreas o los gobiernos, parece una aportación insignificante, sin embargo, yo creo que todos deberíamos recordar que las pequeñas acciones traen grandes consecuencias.

El sector de la salud en sí mismo, este sector donde todos estamos contribuye al cambio climático al consumir energía y recursos, y que además al generar residuos, produce emisiones de gases efecto invernadero.

Se ha calculado que las instalaciones sanitarias en países desarrollados como el Reino Unido y Estados Unidos contribuyen en un 3-8% a la huella de carbono del cambio climático, como se aporta en la declaración de posicionamiento del CIE (Consejo Internacional de Enfermería).

No podemos olvidar que nuestro sector sanitario es como si fuese el 5º país más emisor. Es decir, es el 5º país más contaminante, el sector sanitario contribuye a ese efecto de descuido del planeta y, por tanto, del hábitat de los seres humanos, así que seguro que todos deberíamos de hacer algo más.

Así pues, os propongo reflexionar sobre ello, y descubrir aquello que cada uno de nosotros puede aportar para disminuir estos efectos indeseados.

Me voy a centrar en el papel de los y las enfermeras en el sistema sanitario y sociosanitario, quienes podemos trabajar para liderar proyectos a diferentes niveles que supongan un efecto protector  a nivel de la salud del planeta, del entorno próximo de las personas y del autocuidado, individual, con el objetivo al menos de sensibilizar y  ser capaces de promover una cultura de cuidado del entorno y del planeta, y también, mediante acciones de cuidado para que las personas sean capaces de adaptarse al cambio climático, promoviendo  conductas generadoras de salud y acciones preventivas que eviten el descuido.

En el caso de los enfermeros y enfermeras, ya existe una corriente que ha incorporado a sus competencias todo lo que tiene que ver con el concepto de sostenibilidad en la práctica de la enfermería, así como los conocimientos relacionados con el cambio climático en los currículos de enfermería y en la formación continuada, por tanto, se trata de un colectivo sensibilizado.

En el informe sobre la “Situación de la Enfermería en el mundo” publicado por el CIE, la ONU y Nursing Now en 2020 se pone de manifiesto lo mucho que hay que celebrar sobre los profesionales de la enfermería. Las oportunidades de formación avanzada en enfermería, donde existen líneas de trabajo para dar formación en esta área temática a las enfermeras y la potenciación de las funciones profesionales, en particular en el ámbito normativo, pueden impulsar mejoras en la salud de la población a través de su participación activa en estrategias de cuidado individual, poblacional y del entorno próximo, frente a la realidad de la afectación del cambio climático en todo el planeta.

En el documento publicado en el año 2020, el personal de enfermería aparece que es crucial para cumplir la promesa de “no dejar a nadie rezagado” y el afán conjunto por lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con nuestra contribución específica.

Tal y como plantea el CIE en su informe de posicionamiento “Enfermeras, cambio climático y salud”, el cambio climático representa la mayor amenaza individual para el desarrollo global, además de uno de los mayores retos de nuestro tiempo con el potencial de menoscabar los últimos 50 años de logros en materia de salud pública.

Los y las enfermeras, por tanto, pueden realizar una poderosa contribución tanto para mitigar el cambio climático como para sostener a las personas y las comunidades en todo el mundo al objeto de que se adapten a sus repercusiones. También tiene el deber de contribuir a la adaptación ante el cambio climático con la disminución de la vulnerabilidad ante sus efectos no deseados y a la mitigación del mismo.

Su papel en la gestión para la prevención de las emisiones de gases de efecto invernadero supone asumir y poner en marcha estrategias que conlleven la protección de la salud.

Y todo ello porque según el artículo 7 de la Ley 44/2003 de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS) se especifica que a las enfermeras nos corresponde la dirección, evaluación y prestación de los cuidados de enfermería orientados a la promoción, mantenimiento y recuperación de la salud, así como a la prevención de enfermedades y discapacidades.

Esta definición incluye los procesos de adaptación requeridos ante las amenazas del cambio climático y las consecuencias perniciosas para la salud humana y de los entornos próximos.

Existen tres esferas en las cuales las enfermeras pueden contribuir con su conocimiento y experiencia:

A nivel de la macrogestión: en este nivel decisorio, los y las enfermeras podamos acceder a los puestos de participación y de diseño de la política y la gestión sanitaria. La participación enfermera en la toma de decisiones aporta el enfoque del valor en el cambio de las políticas del cuidado humano, y tiene como objetivo aportar a los gobiernos el enfoque del apoyo a estrategias específicas de autocuidado. Se aboga por un liderazgo compartido y global en mejorar la calidad de vida, con promoción de la capacidad de afrontamiento de nuevos escenarios y la mejora de la salud de la población orientada a los procesos adaptativos que se requieren ante esta nueva situación reflejada en el abordaje de los ODS, donde las enfermeras pueden contribuir con enfoque innovadores y relacionados con el cuidado en la salud adaptada.

A nivel de la mesogestión: los y las enfermeras, desde sus posiciones como líderes en la gestión de materiales o participando en la gestión racional de los recursos, pueden desarrollar estrategias de disminución de la huella de carbono o en la promoción de estrategias de economía circular desde nuestra implicación en los comités de Responsabilidad Corporativa. Personal de enfermería como miembros de las comisiones de medioambiente de los centros y diseñadores de procedimientos de cuidados que aborden el consumo racional y la disponibilidad de agua de manera responsable, la promoción del consumo de productos de cercanía, saludables y relacionados con la cotidianidad de los pacientes, desarrollando vínculos en los procesos de salud, adaptados al valor de su entorno. Resulta esencial trabajar en la sensibilización ante el consumo irracional de papel, crear sensibilidad ante la deforestación, o promover la supervisión de proveedores con los patrones de producción poco adecuados en la generación de residuos o emisión de gases de efecto invernadero con la participación en el diseño de protocolos que utilizar gases anestésicos u otros que resultan contaminantes. Trabajar observando e implicándose para poder hacer que otros también cambien.

A nivel de la microgestión: en el trabajo en el día a día con los ciudadanos y su capacidad de cuidarse mejor, de cuidar su entorno próximo y a su vez, poder ser modelo y ser el profesional que, en la vida cotidiana, en el desempeño de su trabajo, descubre alertas para reducir de manera global o para instaurar prácticas de economía circular. A nivel micro, la gestión del cuidado rutinario y cotidiano se encuentra en trabajar la cultura del cuidado del medio ambiente donde las enfermeras, en su labor como educadoras y entrenadoras en salud, pueden trabajar con la población diseñando actividades educativas y partir de actividades cotidianas, dando valor a cómo nos transportarnos, aseamos, viajamos, o como asesores para cocinar o comprar productos en equilibrio entre nuestra salud y la salud ambiental, para sensibilizar sobre los impactos de esto en el ambiente. Resulta importante reflexionar en nuestros hábitos de consumo y actitudes hacia el cuidado y protección del ambiente. Y por qué no, en este nivel las enfermeras y enfermeros son profesionales como modelos sociales y asumen ser agentes del cuidado del planeta.

Existe también un trabajo con la propuesta del Pacto Mundial de la ONU, este pacto está orientado a las empresas, y ¿qué son los hospitales más que empresas?

Y en este contexto propongo, alinearnos y aquí las enfermeras también podemos tener un rol de impulsoras, de participación allí donde se toman decisiones y donde existe un liderazgo compartido real.

El Pacto Mundial de las Naciones Unidas es un llamamiento a las empresas para que incorporen 10 principios universales relacionados con los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción en sus estrategias y operaciones, así como para que actúen de forma que avancen los objetivos sociales y la implementación de los ODS.

En lo que se refiere al medio ambiente, el Pacto Mundial habla del:

Principio 7: las empresas deberían apoyar un planteamiento preventivo con respecto a los desafíos ambientales.

Principio 8: las empresas deberían llevar a cabo iniciativas para fomentar una mayor responsabilidad ambiental.

Principio 9: las empresas deberían promover el desarrollo y la difusión de tecnologías respetuosas con el medio ambiente.

Es decir, todos los centros sanitarios deberían disponer de un comité específico impulsor para el desafío ambiental, y en ellos, las enfermeras podríamos realizar una aportación clave desde el enfoque del cuidado del entorno, de las personas y del planeta.

Estos comités deberían ser capaces de impulsar políticas locales, primero medir nuestra huella de carbono y después, diseñar estrategias para trabajar en “0 emisiones” a nivel de cada organización y saltar de los mínimos ya exigidos por las comunidades autónomas o el Ministerio de Sanidad para alcanzar la excelencia con proyectos viables, comprometedores para la organización y compartidos por todos: empleados, proveedores y pacientes.

Realizar cambios que supongan el control de los gases de efecto invernadero que generamos desde el ámbito sanitario, promoviendo la investigación, aliando la salud humana y la salud del planeta, de manera colaborativa desde los institutos de investigación, promoviendo línea para desarrollar tesis doctorales entre los sanitarios y trabajos fin de grado orientados a la repercusión del cambio climático en la salud humana.

El agua como un bien, el consumo de agua en exceso seguramente es una asignatura pendiente en el ámbito del cuidado y desde luego, trabajar para garantizar un equilibrio entre el consumo y el cuidado de las personas, supone un reto para desarrollar investigación en el ámbito la disciplina enfermera.

Trabajar la promoción del consumo de alimentos de cercanía y de temporada es otro aspecto que deberíamos de contemplar en nuestros contratos de víveres y aliarnos los proveedores, con la industria para reducir embalajes, uso inadecuado del papel, los prospectos farmacéuticos de cinco horas, y el uso de alternativas digitales, el uso del plástico de manera indiscriminada…todo eso está en nuestras manos. Luego, igual algo podemos hacer.

Por último, también está educar a los ciudadanos, y promover la corresponsabilidad, un ejemplo, las botellas de agua de plástico que todavía se dan en algunos los centros hospitalarios, y que incluso son una identidad de “saludable” y de status para los pacientes. Los comités deberían incorporar ciudadanos y juntos deberíamos de trabajar concienciando a las personas sobre los residuos que se están generando de manera innecesaria y de los que somos todos corresponsables. Trabajar para empoderar a las personas, las familias y las comunidades para que tomen decisiones sobre un estilo de vida saludable y cambiar sus propias prácticas cotidianas como el transporte activo, uso de energía verde, cambios en la dieta para reducir, también es contribuir a que no sigamos en este descuido del planeta que puede llevarnos a la destrucción.

Alguien podría decirme, ya lo hacemos, la respuesta es: puede, pero no es una práctica extendida, común y cotidiana en nuestras organizaciones, es preciso implicar a más profesionales, no porque nos lo pidan en los objetivos de la institución sino porque creemos que esto también está en nuestro deber, no contribuir al descuido del planeta.

Por todo ello, seamos corresponsables desde el sector salud, salgamos de esa quinta posición y trabajemos con un liderazgo activo y compartido, sabiendo que “las pequeñas acciones para cuidar del planeta Tierra, nos traerán grandes consecuencias, mejorando la vida en él”.

Bibliografía

Consejo internacional de enfermera. Documento de Posicionamiento: Enfermeras, cambio climático y salud, Ginebra 2018. file:///C:/Users/crmnf/Desktop/julio%202024/NME/PS_E_Nurses_climate%20change_health_Sp_0.pdf

https://www.gob.mx/semarnat/acciones-y-programas/acciones-para-cuidar-el-medio-ambiente-

Caraballo Betancort, Antonio Miguel, & Estévez Guerra, Gabriel Jesús. (2021). Papel de Enfermería ante el cambio climático. Ene, 15(1), 1013. Epub 06 de diciembre de 2021. http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1988-348X2021000100003&lng=es&tlng=es.