Imaginemos la sanidad como un motor. Un motor potente, capaz de llevarnos lejos, de superar cualquier obstáculo. Pero ¿qué pasa cuando las piezas se desgastan, el combustible se agota y el camino se vuelve más empinado? Se sobrecalienta, pierde potencia y corre el riesgo de detenerse.
Nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), se encuentra en una situación similar. La pandemia ha sido el último bache, pero los problemas venían de antes: envejecimiento poblacional, aumento de enfermedades crónicas, avances tecnológicos que se incorporan a trompicones… El camino se ha vuelto más difícil y el motor necesita una puesta a punto.
El puzle de las autonomías: cada pieza con su forma
Si el SNS es un motor, cada comunidad autónoma es una pieza vital. Cada una tiene su forma, su función, su importancia. Pero ¿qué pasa cuando las piezas no encajan bien, cuando unas están más desgastadas que otras, cuando faltan algunas? El motor pierde potencia, hace ruidos extraños y no funciona como debería.
Necesitamos un mecánico que lo revise, que ajuste las piezas, que sustituya las que estén dañadas, que asegure que todas encajan a la perfección. Necesitamos una coordinación real entre las comunidades autónomas, una visión compartida de la sanidad, una estrategia común para afrontar los retos del futuro.
El hospital, ese taller con herramientas oxidadas
Para todo ello, los hospitales son el taller principal. Pero ¡ay!, qué taller. Muchos de ellos son viejos, con instalaciones obsoletas y equipamiento desfasado. Las herramientas escasean, las reparaciones se acumulan y los mecánicos, esos profesionales incansables, se ven desbordados.
Necesitamos renovar el taller. Construir nuevos hospitales, sí, pero sobre todo modernizar los que ya tenemos. Dotarlos de tecnología punta, de espacios más amplios y confortables, de herramientas que faciliten el trabajo de los profesionales. Y, por supuesto, invertir en el personal. Formarles, cuidarles, motivarles. Porque sin mecánicos, no hay motor.
La tecnología, ese turbo que nos impulsa
La tecnología es como ese turbo que podemos añadir al motor. Nos da un impulso extra, nos permite llegar más lejos, más rápido. Los avances en medicina son espectaculares, pero su incorporación al sistema es lenta y desigual.
Necesitamos instalar el turbo. Integrarlo en los procesos asistenciales, formar al personal en su uso, garantizar que todos los pacientes, vivan donde vivan, tengan acceso a él. Y, sobre todo, utilizarlo con cabeza. Porque la tecnología no es un fin en sí misma, sino un medio para mejorar la salud de las personas.
Un bienestar y avances que debemos luchar ahora para el futuro. Y en ese futuro, los robots no son ciencia ficción, sino una realidad cada vez más presente en nuestros hospitales. Estos compañeros metálicos, con sus circuitos y sensores, están revolucionando la forma en que diagnosticamos, tratamos y cuidamos a los pacientes.
Vamos a dar un paseo por el taller y conocer a algunos de ellos:
Da Vinci: Este cirujano de cuatro brazos es el rey de la cirugía robótica. Con su precisión milimétrica y su visión 3D, permite realizar intervenciones complejas con menos riesgo y una recuperación más rápida. Lo podemos encontrar en varios hospitales de España, como el Hospital Clínic de Barcelona o el Hospital Universitario La Paz de Madrid.
Pepper: Este simpático robot humanoide es un experto en relaciones públicas. Con su capacidad para reconocer emociones y comunicarse de forma natural, se encarga de recibir a los pacientes, informarles sobre su tratamiento y hacerles compañía durante su estancia en el hospital. Ya ha hecho amigos en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y en el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.
Roomba: Sí, el mismo robot que aspira nuestras casas también tiene un papel en los hospitales. En este caso, se encarga de desinfectar las habitaciones y los quirófanos, eliminando gérmenes y bacterias de forma autónoma y eficiente. Lo podemos encontrar trabajando duro en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander y en el Hospital Universitario de Canarias.
Exoesqueletos: Estos dispositivos robóticos se acoplan al cuerpo humano y le proporcionan una fuerza extra, ayudando a pacientes con problemas de movilidad a caminar, levantarse o realizar ejercicios de rehabilitación. Ya están mejorando la vida de muchas personas en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y en el Instituto Guttmann de Barcelona.
Robots de farmacia: Estos brazos robóticos se encargan de preparar y dispensar medicamentos de forma rápida y precisa, liberando a los farmacéuticos para tareas más complejas y personalizadas. Los podemos encontrar trabajando codo con codo con los humanos en el Hospital Universitario de Bellvitge y en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
Pero la implementación de la robótica en la sanidad española no es uniforme. Cada comunidad autónoma tiene su propia estrategia, sus propios recursos y sus propias prioridades. Algunas, como Cataluña y Madrid, están a la vanguardia, con una apuesta decidida por la innovación y la tecnología. Otras, como Extremadura o Castilla-La Mancha, avanzan a un ritmo más lento, lastradas por la falta de recursos y la dispersión geográfica.
El reto está en conseguir una implementación equitativa y coordinada de la robótica en todo el territorio nacional. Que todos los pacientes, vivan donde vivan, puedan beneficiarse de los avances tecnológicos. Que los profesionales sanitarios tengan acceso a la formación y el apoyo necesarios para trabajar con estos nuevos compañeros. Que la robótica se integre de forma natural en el sistema, mejorando la eficiencia, la calidad y la humanización de la atención sanitaria.
¿Y qué hacemos con la España rural?
En los pueblos, donde el silencio canta y la naturaleza abraza, la sanidad también necesita su dosis de futuro. Pero ¿cómo llevar la tecnología a esos rincones olvidados, donde los médicos escasean y las distancias se alargan?
No podemos negar que la España rural, vacía y alejada, sufre una brecha sanitaria. Por ello, es imprescindible llegar a un consenso con una solución y trasformación de la situación de forma estructural, sin parches o tiritas. Es urgente que todos tengamos el mismo acceso a la sanidad pública, porque de esto trata todo: de vida y oportunidades para todos.