La semana pasada se hicieron públicos dos hechos que, cada uno por sí mismo es una muy mala noticia, pero juntos son nefastos, y demuestran que en España tenemos un problema muy grave en la gestión de la sanidad pública: se han batido todos los récords en las listas de espera de pacientes, mientras la nueva ministra de Sanidad sigue intentando limitar el papel de la sanidad privada en el cuidado de la salud y el bienestar de los ciudadanos. Lo peor de todo, en mi opinión, es que los gestores públicos no parecen tener interés en hacer un buen diagnóstico de la situación, algo fundamental para plantear un tratamiento eficaz que garantice la calidad de la asistencia sanitaria a la población.
Como habréis podido leer en los medios de comunicación estos días, en la actualidad tenemos las peores listas de espera de la historia de España. Más de 850.000 personas están pendientes de ser operadas, según los datos del Ministerio de Sanidad. Y a ellas habría que sumar una cifra indeterminada de ciudadanos, que esperan una cita para consulta o alguna prueba diagnóstica. Además, si no hubiera sido por el envío de pacientes a la sanidad privada por parte de todos los gobiernos regionales, ahora mismo podríamos estar hablando de más de 1 millón de ciudadanos en espera para ser intervenidos quirúrgicamente y otro tanto pendientes de pruebas o consultas. Un desastre.
Revisando detenidamente los datos, hay grandes diferencias en las listas de espera, dependiendo de las comunidades autónomas, así como por especialidad, que deberían hacer reflexionar a los gestores, públicos y privados, adaptando distintas estrategias a las peculiaridades del territorio o cada proceso.
Lo he comentado varias veces: las listas de espera no dejan de aumentar desde la COVID, y este hecho demuestra la gravedad de una situación que se ha convertido en problema estructural del sistema. A un problema estructural del sistema no se pueden aplicar soluciones simples porque pueden contribuir a empeorar la situación en otros ámbitos. Lamentablemente, es lo que se está haciendo, agravando con ello las dimensiones del rompecabezas de la sanidad, donde cada vez encajan menos piezas.
Por eso, cuando oigo hablar de planes de choque, por ejemplo, se me cae el alma a los pies. Es como vivir “el día de la marmota”. La primera vez que se habló de un plan de choque fue en el año 1996, cuando el entonces conseller Joaquín Farnós puso en marcha un plan de choque en la Comunidad Valenciana. Que casi 30 años después sigamos llamando plan de choque a algo que se ha convertido en estructural, es una contradicción que roza lo ridículo. Lo primero es llamar a las cosas por su nombre y a esto habría que llamarlo un “plan estructural de colaboración con el sector privado”.
Creo, muy a mi pesar, que la situación va a ir a peor en los próximos años, principalmente por las circunstancias sociales que también he analizado en otras entradas a mi blog: el envejecimiento de la población, la cronicidad de muchas enfermedades, la falta de profesionales…
Quiero dejar clara mi opinión. Hemos de aumentar la financiación del sistema, pero no para hacer lo mismo, sino para introducir cambios. Por una vez, tendríamos que sumar conocimiento, recursos y organización y sentarnos en un foro único, que reúna a todos los actores de la sanidad, y hacer una política común, en la que se planifiquen a medio plazo nuevas fórmulas para reducir y paliar el problema de las listas de espera, un problema que afecta a muchos ciudadanos y muchos, además, no tienen la opción de acudir a la sanidad privada. En ese foro deberíamos plantear cómo aumentar la capacidad de las universidades para formar más profesionales, y a continuación de la especialización, además de buscar fórmulas para introducir tecnología en el día a día de pacientes y profesionales y la inteligencia artificial. En definitiva, plantear una reforma estructural, en la que las listas de espera son solo un síntoma más de este problema de base, general y orgánico. Insisto: las listas de espera son un síntoma, no son el problema en sí mismo, ni el único problema a solucionar.
Creo que es el momento de actuar. Ahora. Solo hace falta un poco de valentía y determinación. ¿A qué tenemos que esperar para que los responsables políticos de las comunidades autónomas se den cuenta de que las listas de espera no se acaban con planes temporales y acciones en el momento, sino buscando soluciones estructurales a problemas estructurales? Cuanto más se tarda en diagnosticar una enfermedad, más grave puede llegar a ser. Y, sin duda, el ciudadano es el más afectado.
‘Las listas de espera son un síntoma, no son el problema en sí mismo, ni el único problema a solucionar’
Y la segunda noticia de estas últimas semanas que quiero analizar en esta entrada a mi blog, en el contexto de estas terribles listas de espera, tiene que ver con el anuncio de la ministra de Sanidad y el Gobierno sobre las fórmulas que están valorando para limitar la colaboración a largo plazo con la sanidad privada. Lo he comentado antes. Sin el envío de pacientes a hospitales privados, en lugar de 850.000 ciudadanos en listas de espera, serían más de un millón de ciudadanos los que estarían pendientes de ser atendidos. Y aún hay quién no ve más allá de su ideario político.
Al mismo tiempo, es muy sorprendente oír a la ministra defender una supuesta colaboración con el sector privado en algunos foros. La semana pasada, en el Wake up, Spain! de El Español, aseguró que la sanidad pública y la privada, combinadas, son como el paracetamol y el ibuprofeno, perfectamente válidas. Sin embargo, está preparando una ley para limitar esa colaboración aún más. Esta suerte de esquizofrenia política con respecto a la política sanitaria afecta ya a muchos agentes: concesiones, conciertos sanitarios, Muface … En mi opinión, es el reflejo de la falta de visión política sobre un sector generador de salud, pero no nos olvidemos, también creador de empleo, riqueza, investigación y desarrollo, innovación, nuevas tecnologías para el bienestar y mucho más.
Dicho esto, la deriva de la política sanitaria en España nos vuelve a demostrar, una vez más, que algunos dirigentes anteponen su ideología y prejuicios al bien común, poniendo en evidencia su falta de visión y lo poco que les importa el interés general de la población.
Desde aquí me gustaría unirme a otras voces del sector y hacer un llamamiento a todos los agentes implicados, para afrontar conjuntamente los grandes retos de la sanidad. Tenemos que dejar atrás la propaganda y el cortoplacismo en algo tan sensible como la salud de los ciudadanos, y hacer más política centrada en buscar soluciones. Sobre todo, cuando los datos que tenemos sobre la mesa son cada vez más catastróficos.
No puede ser que ahora la “solución” al problema de las listas de espera sea publicarlas cada 6 meses. Como si no dando los datos, estos fueran a desaparecer. Esa es la política del avestruz, que esconde la cabeza bajo tierra porque cree que así, el problema desaparece. Amigos, lo que tenemos es un elefante en la habitación, título que ya utilicé para mi blog en septiembre de 2022.
Artículo publicado en: Las listas de espera, un problema estructural del sistema – Alberto de Rosa