Otros autores: Baquero Zazo, Daniel; Gordo Cepas, Yliana; y Baquero Úbeda, José Luis.
La osteoartritis o artrosis es la enfermedad degenerativa articular más frecuente, especialmente entre las mujeres mayores, caracterizada por la destrucción del cartílago que recubre los extremos óseos, el propio hueso subcondral y los tejidos blandos de la articulación. Se presenta con más frecuencia en cadera, rodillas, manos, pies, y columna vertebral de cuello y lumbares; causando dolor crónico, rigidez e inflamación, que puede afectar la movilidad, autonomía e incluso producir discapacidad, fatiga y afectación emocional.
El diagnóstico es generalmente sencillo en base a la clínica, palpación y un estudio radiográfico. Sin embargo, tal como se observó en el estudio CAVIPA promovido desde OAFI (Osteoarthritis Foundation International, con sede en Barcelona), la media desde que aparecen los síntomas y se acude al médico, hasta su diagnóstico, supera en España los tres años.
Deberían tener un seguimiento estrecho de sus articulaciones, las personas con antecedentes familiares o quienes ya lo presentan en cierta localización del cuerpo, quienes someten a una presión excesiva sus articulaciones como los deportistas o los pacientes con obesidad, con ciertas patologías como la hemofilia (que frecuentemente cursan con hemartrosis) y ciertos trastornos metabólicos; y quienes han sufrido una afectación previa articular (traumatismo, infección, artritis, gota, etc.). Son también factor de riesgo la edad y el género femenino (especialmente tras la década de los 40). Además, es frecuente la comorbilidad con patología vascular (hipertensión, ictus, insuficiencia venosa crónica, etc.) y cardiaca, entre otros.
Los rayos X son un haz de electrones con alta energía, muy superior a las ondas de luz, que les permite pasar a través del cuerpo, siendo absorbida de diferente manera según la densidad del tejido atravesado en consecuencia, el detector de la radiografía recibirá una intensidad menor a la emitida, con la que posteriormente se hará una reconstrucción de la imagen. Una radiografía es una prueba rápida, económica e indolora que permite estudiar estructuras internas, con o sin el uso de contraste para poder observar ciertos detalles. La radiografía común es como una fotografía fija.
Superadas las obsoletas placas radiográficas, la digitalización de la imagen, permite reducir el coste, una mejor calidad en la imagen y visualización, posibilidades de edición y procesado (por ejemplo, aplicando la inteligencia artificial), almacenamiento, impresión e intercambio y acceso mediante conexión de dispositivos electrónicos, etc.
La fluoroscopia también utiliza la emisión de rayos X para mostrar en tiempo real, movimiento en órganos, tejidos y otras estructuras, con la ayuda de agentes de contraste, pero que precisa de una exposición prolongada cediendo mayor dosis de radiación al paciente y centrándose en visualizar partes blandas.
La radiografía digital dinámica (DDR, Dynamic Digital Radiography, o X-ray in Motion), captura el movimiento en un solo examen mediante rayos X con baja dosis, mediante una serie de imágenes digitales individuales tomadas a alta velocidad (como los fotogramas de una película), lo que le permite al clínico observar la articulación en movimiento y la interacción dinámica de diferentes estructuras musculoesqueléticas, de tejidos blandos y huesos, con una clara aplicación en zonas como la columna vertebral y las extremidades; siendo un examen rápido y barato; pudiéndose asociar con tecnología de inteligencia artificial para enriquecer la interpretación de las imágenes, no siendo solo un medio de diagnóstico, sino también una forma de estudiar la función y la recuperación tras ciertas intervenciones, etc.
Estamos expuestos a una media de 3 mSV (1 rad = 10 milisiévert) por año de “radiación natural de fondo” (menor a nivel de mar y mayor en montaña), siendo la radiación para una radiografía de la columna lumbar en un adulto 1,4 mSv (equivalente a 0,14 rad), es decir, equivalente a unos 6 meses de radiación natural; y si bien en extremidades (manos, pies, rodilla, etc.) es menor, lo deseable es reducir esta exposición al máximo, aprovechando la digitalización, con por ejemplo el empleo de potenciadores de imagen y programas automáticos de edición. La utilización de la inteligencia artificial puede tener además de esta aplicación, muchas otras, funciones de cribado, reconociendo lesiones raras, valoraciones pronósticas, etc.
También es posible el acceso y disponibilidad real de la historia clínica y pruebas complementarias por el paciente, como “dueño” de sus datos, permitiéndole compartir parte de ellos (interoperabilidad) de forma autónoma; lo que aún es difícil en la mayoría de los casos.
Así mismo, debería ser habitual la “prescripción” de la asociación de pacientes por los profesionales, que es una práctica introducida con éxito en muchos otros países, pues da valor al sistema sanitario y calidad al paciente, informando, motivando y prestando servicios complementarios; permitiendo reducir la carga asistencial del profesional y económica de la sanidad pública. En este sentido es preciso señalar a OAFI (Fundación Internacional de Artrosis)
https://www.oafifoundation.com/, con sede en España, C/ Tuset, 19 · 3º 2ª; 08006 Barcelona. Teléfono: 931 594 015 y correo electrónico: info@oafifoundation.com.
Paki Bachiller López