La profesión con mayor esperanza de vida en España es la de religioso o religiosa; la segunda profesión con más esperanza de vida es la de director o directora de orquesta. Hay en estas dos profesiones un común denominador que considero trascendente, el componente vocacional de ambas. Tienen a su vez otra característica que las hace muy similares, la necesidad de crecimiento personal y profesional permanente.
En los últimos años nos estamos encontrando con un decrecimiento sustancial del carácter vocacional en los estudiantes de medicina y enfermería; mucho más acuciado aún en el resto de las profesiones del sector. Atraídos por tratarse de un sector de actividad con muy poco nivel de desempleo, con retribuciones más altas que la media y aunque con una altísima tasa de inestabilidad laboral, con una cierta longevidad en los contratos. Lo cierto es que el carácter vocacional de la Sanidad, existiendo, se ha visto sustancialmente reducido.
La prestación de cuidados se ha ido devaluando socialmente en occidente, hasta el punto de precisar una sobredosis de tecnicismos para dotar de prestigio social y científico a las profesiones del sector. De hecho, en nuestras propias familias, se ha ido delegando el cuidado (de nuestros mayores, niños, mascotas, incluso de la casa) en personas muchas veces inmigrantes, casi nula cualificación, mujeres y en situación irregular de contratación. Nos podemos identificar con la visión poética y romántica del cuidado, pero en cuanto podemos nos distanciamos de la tarea efectiva de cuidar. Ese distanciamiento ha llevado también al distanciamiento teórico, es decir, a tecnificar lo más posible todas las intervenciones que pueden tener que ver con la prestación de cuidados, de tal manera que se dote al más elemental cuidado de una base teórica y técnica que lo convierte en una especialización científico técnica compleja. Separándolo lo más posible de la percepción sencilla de un cuidado. En lenguaje empresarial debemos retornar a nuestros orígenes, poner el foco en nuestro “core business” y tomar conciencia de que la sanidad está en la sociedad para servir, para cuidar de la salud de los ciudadanos.
«Los gestores sanitarios nos encontramos ante el inmenso reto de la atracción de talento»
Pero, ¿cómo afecta todo esto a los profesionales de la salud en su desempeño diario del trabajo? Estamos ante quizás el momento histórico con más bajas laborales en el sector como consecuencia de factores psicosociales. La pandemia nos ha dejado maltrechos económicamente, lo cual redunda en una reducción sustancial del personal, falta de inversión técnica y tecnológica, etc. Pero sin ningún género de duda, la entrega por parte de gran parte de los profesionales en un período de especial dureza está teniendo sus consecuencias. No es el sanitario un sector en el que se cuide especialmente a sus trabajadores, en el que se inicie la apuesta por la humanización, por la experiencia de paciente, en la experiencia de empleado. Los sanitarios pareciera que no precisan de elementos diversos que les ayuden a sobrellevar las emociones, los sentimientos, la dimensión afectiva de su trabajo. No pareciera que va con nosotros los planes de igualdad, porque somos un sector feminizado y con eso ya es suficiente, aunque la cruda realidad es que un 70% de la plantilla de salud está formada por mujeres y solamente un 13% de la alta dirección sanitaria está en manos de mujeres; un 30% en todas las posiciones de responsabilidad. Tenemos sin duda un grave problema de desigualdad de oportunidades que se debe atajar de forma inmediata y que resulta escandalosamente disociado de la sociedad en la que vivimos. Por otra parte, las condiciones laborales del personal que presta sus servicios en el sistema de salud suelen ser cuando menos, muy mejorables: contratos de cortísima duración (llegando a ser de un solo día), cambios constantes en los destinos, tareas para las que no se ha sido suficientemente entrenado, funciones indeterminadas, retribuciones muy lejos de corresponder con el esfuerzo, la cualificación y la dedicación que precisan,… son algunos de los factores de origen psicosocial que determinan el gran deterioro de las condiciones laborales en el que nos encontramos.
Los gestores sanitarios nos encontramos ante el inmenso reto de la atracción de talento, una tarea en la que tampoco hemos sido especialmente formados ya que se suponía que en nuestro entorno todo el mundo sabía lo que tenía que hacer, se contrataba la categoría profesional y ya; todo listo. Atraer talento significa competir de forma tácita o directa con el resto de las entidades sanitarias que también tratan de atraer el mismo talento. Ser más atractivos para los profesionales de la salud; y hoy resultar más atractivos significa cosas que quizás hace 10 años ni nos planteábamos.
Pero, desde mi punto de vista, la atracción de talento o la escasez de profesionales de altísima cualificación no es el principal de los problemas, el más determinante es lograr que esos profesionales cuando ya los tenemos en nuestros dispositivos de prestación sanitaria sean felices. Encuentren realmente su lugar para el desempeño de una profesión a la que han entregado gran parte de su vida, tanto para formarse como para mantener su nivel de capacidad asistencial. Los factores psicosociales en el entorno laboral son los grandes olvidados, el deterioro lento y paulatino de la salud en el ámbito laboral se disimula con centenares de aspectos de la vida diaria y en muchas ocasiones pasan desapercibidos hasta que BOM!!! Nos estalla la bomba delante de la cara y no sabemos las razones por las que hemos llegado aquí. Un nivel de bajas elevadísimo, un nivel de retrasos en la incorporación al trabajo elevadísimo, reducción en la productividad, desafección con las propuestas de mejora, etc. Por todo ello, considero que el gran reto no solo es captar talento, sino hacer que ese talento esté sano y disfrute de pertenecer a un equipo humano que realmente le hace desarrollarse y aporte felicidad a su vida. Porque efectivamente, creo que debemos comenzar a hablar en clave de felicidad sin tapujos, sin eufemismos o subterfugios.
Los diferentes sistemas, organizaciones, ambientes asistenciales jamás son los edificios, jamás son las tecnologías, jamás son las cúpulas directivas, son las miles de personas que conforman un colectivo que han escogido una profesión hace probablemente muchos años, en su tierna juventud; son miles de personas que viven cada día en contacto con los sentimientos más intensos y más puros, pero también más desgastantes; son miles de personas que precisan de un respeto en sus condiciones laborales formales, un cuidado en su dimensión psicoafectiva, una coherencia en la gestión del talento, unos liderazgos basados en valores y la ejemplaridad, un entorno de trabajo que les permita el desarrollo personal, intelectual y profesional.
El presente está lleno de retos, ojalá asumamos uno de los más importantes, aportar felicidad a las personas que trabajan con nosotros. No en vano pasamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestras parejas, y en la mayoría de las ocasiones a nuestros compañeros no los hemos podido escoger.