Decía el sabio Leonardo da Vinci que “los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los marineros que navegan barcos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van”.
Partiendo de esta máxima, tan inteligente y veraz abordaremos el tema del autocuidado.
Que se precisa un cambio urgente y profundo para el abordaje de la cronicidad y que uno de los pilares de este cambio es el fomento, la promoción y la educación en autocuidado, capacitando al paciente y a los ciudadanos en general para gestionar su propia salud, son dos realidades planteadas, analizadas y reiteradas en todos y cada uno de los foros dedicados a la salud.
Conviene recordar que esta estrategia de promoción y desarrollo del autocuidado, en la que últimamente casi todos los profesionales de la salud tratan de erigirse como protagonistas, tiene su marco teórico en la disciplina enfermera.
Como decíamos al inicio, el propio Leonardo lo tenía perfectamente claro, no hay práctica sin teoría. La teoría es la que sustenta y proporciona el conocimiento para la práctica profesional mediante la descripción, explicación, predicción y control de los fenómenos. Por ello enmarcar teórica y conceptualmente este cambio en el abordaje de la cronicidad a través de la promoción y el entrenamiento de las personas para su autocuidado, es demostrar su sustento dentro de la disciplina enfermera.
La teoría dirige la práctica, es la base de las decisiones y el marco de referencia que da sentido a lo que hace el profesional. La teoría es un elemento indispensable para la práctica profesional.
Veamos entonces de donde parte el reiterativo y por algunos poco comprendido tema del autocuidado.
Dorothea Orem, una de las enfermeras americanas más destacadas fue quien desarrolló la Teoría Enfermera del Déficit de Autocuidado (TEDA).
“El autocuidado es la práctica de actividades que las personas inician y realizan para el mantenimiento de su propia vida, su salud y su bienestar”
Como otros modelos y teorías enfermeras, en base a la clasificación de los modelos enfermeros por tendencias, propuesta por Alberdi, Gordo y Mompart, basada en el papel que adopta la enfermera en el proceso de cuidar, la TEDA de Orem se incluye en las de Tendencia de suplencia/ayuda. La enfermera ayuda o sustituye a la persona, en función de su capacidad, a cubrir sus necesidades básicas hasta conseguir el mayor grado de independencia posible de la persona. Por su parte, Kérouac agrupa los modelos enfermeros en seis escuelas y Orem estaría en la Escuela de las necesidades. Los modelos pertenecientes a esta escuela consideran el cuidado enfermero centrado en la independencia de la persona para satisfacer sus necesidades fundamentales o su capacidad para el autocuidado. La enfermera es la que suple, ayuda o acompaña al paciente.
Dorothea Orem tenía una especial preocupación por las necesidades de las personas, por todas las actividades de autocuidado que de forma continuada cada uno lleva a cabo y por la prestación profesional necesaria en momentos vitales de las personas, para mantener la vida y la salud, recuperarse de enfermedades y enfrentarse a sus efectos. Ella indica que las personas en uno u otro momento vital tienen limitaciones relacionadas con su salud, que les incapacita para el autocuidado continuado o supone que el autocuidado es ineficaz o incompleto. Existe entonces un déficit de autocuidado cuando la necesidad es mayor que la capacidad de la persona para actuar.
Orem afirma que el autocuidado consiste en la práctica de las actividades que las personas maduras, o que están madurando, inician y llevan a cabo en determinados periodos de tiempo, por su propia parte y con el interés de mantener un funcionamiento vivo y sano, y continuar con el desarrollo personal y el bienestar mediante la satisfacción de requisitos para las regulaciones funcional y del desarrollo.
Se entiende entonces, que el autocuidado es la práctica de actividades que las personas inician y realizan para el mantenimiento de su propia vida, su salud y su bienestar. El autocuidado es una conducta, es un comportamiento aprendido que constituye una contribución constante del individuo para mantener su propia existencia, su salud y bienestar. Se considera una acción intencionada, deliberada, dirigida por tanto a un objetivo y que necesita enseñanza y entrenamiento profesional, que es el que realizan las enfermeras.
Este proceso de educación para el autocuidado implica que la persona/paciente lo primero debe hacerse consciente de que requiere algún tipo de acción, también consciente y deliberadamente toma la decisión de seguir esa acción y por último la persona es quien realiza la acción, pero esto requiere entrenamiento y un entrenamiento complejo, planificado y continuado, educación y entrenamiento en autocuidado.
Capacitar para el autocuidado necesita una atención individualizada e integral, atendiendo a sus necesidades físicas, psíquicas, sociales, espirituales, culturales, respetando sus creencias, sus valores, sus motivaciones. Capacitar para el autocuidado es algo mucho mas complejo que ofrecer información. Eso ya ha demostrado su nulo impacto sobre el comportamiento.
Conscientes de que los principales problemas de salud actuales están ligados a los estilos de vida, irremediablemente se necesitan cambios para prevenir su aparición y/o complicaciones. Es decir, requiere educación en autocuidado. Para los ya enfermos, actualmente en su mayoría enfermos crónicos, es incuestionable la necesidad de una apuesta real por las enfermeras en la capacitación para el autocuidado. Las enfermeras son quienes asumen ese acompañamiento en el proceso de empoderamiento de las personas, sobre todo por su perfil clínico y de educadores con funciones de preparación y entrenamiento del paciente y las personas cuidadoras.
Esto además supone el abandono del modelo paternalista en la relación paciente/profesional evolucionando a un modelo de participación activa de las personas en la gestión y la toma de decisiones de su propia salud.
Bibliografía:
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